CORONAVIRUS / Las muertes que nunca sucedieron

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Bajando un cuerpo de un camión aparcadao en la segunda avenida con la calle dos en New York May 28 2020 (The Death Truck-Spy Camera. Un proyecto de Simon Lundy Jana Leo)

Metiendo un cuerpo en bolsa de plástico en la segunda avenida con la calle dos en New York May 28 2020 (The Death Truck-Spy Camera. Un proyecto de Simon Lundy Jana Leo)

Aunque el coronavirus domina actualmente las noticias, y lo ha hecho durante varios meses, hay una escasez de imágenes de muerte por el virus. Las razones son tres: El proceso de muerte es rápido (de dos semanas a dos meses). El nivel de contagio es alto; Como enfermedad respiratoria, el virus es tan contagioso que los visitantes, incluyendo la familia, están prohibidos, y los que mueren, lo hacen solos. No hay signos distintivos y visibles de haber desarrollado el COVID-19 hasta que los enfermos están gravemente enfermos.

Una condición que carece de imagen da la ilusión de que la condición no existe. Sin evidencia visual del hecho, el hecho puede ser negado. La pésima respuesta del gobierno no se debió a la novedad de la pandemia, sino a un enfoque económico de hacer más ricos a los individuos más ricos y a no abordar una crisis de salud que afecta a muchos. La incompetencia del gobierno no fue un accidente, sino una práctica sistemática de: proteger a los ricos y explotar a los pobres.

Las imágenes representativas de una enfermedad crean un perfil en el que los síntomas provocan una alarma aunque, por defecto, también actúan como un estigma. Al no haber signos claros y visibles de la infección por coronavirus, no hay un perfil del portador y, por lo tanto, no hay representación de los que mueren a causa de la enfermedad. Con el SIDA, el estigma no se produjo por defecto, sino que fue fabricado conscientemente. En el SIDA la imagen de familiares abrazando a un ser querido con sarcoma de Kaposi era común. La intención era estigmatizar a la persona con SIDA como el desviado. Sin imágenes representativas, COVID-19 estigmatiza al virus, no a la persona que lo contrae (positivo) pero sin imágenes de los moribundos, no hay síntomas visibles y no hay evidencia (negativo). La falta de estigma no es una elección inocente.

La falta de representación pretende transmitir la universalidad del coronavirus, que nos afecta a todos por igual. Esto es falso. Potencialmente, cualquiera puede contraer la enfermedad, pero en realidad, las circunstancias dictan sus posibilidades de contagio y muerte. Es importante entender la diferencia entre probable y potencial; los ricos tienen el potencial de morir por el coronavirus, pero los pobres tienen la probabilidad de morir por la enfermedad. La expresión “Estamos todos en el mismo barco” se utiliza frecuentemente para sugerir el igualitarismo de la enfermedad, pero una mirada más atenta a los más afectados por el virus, muestra fácilmente que no estamos todos en el mismo barco; algunos de nosotros estamos en yates de lujo y otros luchan por mantenerse a flote en balsas salvavidas abarrotadas. He visto gente haciendo cola durante horas para conseguir una botella de leche, pero a cinco minutos de distancia, en el barrio altamente aburguesado de SOHO, los residentes ricos están ausentes en sus casas en el campo o el mar. La mentira es hacer pasar el potencial como una certeza.

La tasa de mortalidad entre los que tienen menos derecho a tomar decisiones es mucho más alta. No sólo en cuestiones de salud y acceso a la atención médica, sino en decisiones cotidianas como la elección de tomar el metro o evitar la exposición innecesaria al virus al no tomar el metro. Si vives en la periferia, no tienes coche y debes ir a un trabajo que debes mantener para vivir, no tienes elección; debes tomar el metro. También entre aquellos con poderes limitados de elección están los ancianos en residencias para ancianos, los discapacitados, los enfermos mentales y simplemente “los pobres”.

¿Pero quiénes son los pobres? Depende de donde estés. El mundo está dividido entre ricos y pobres, pero cuando se trata de la pobreza, si esás en Estados Unidos, el componente de raza prevalece sobre la PME (Probabilidad de Muerte Económica). Según los estudios del Laboratorio de Investigación de los Medios Públicos Americanos (APM), la tasa de mortalidad del Covid-19 entre los afroamericanos es 2,4 veces más alta que la de los caucásicos. El color del coronavirus: Las muertes de COVID-19 por raza y etnia en los EE.UU. afirma que “Aunque tenemos una imagen incompleta del número de víctimas de COVID-19, los datos existentes revelan profundas desigualdades por raza, más dramáticamente para los negros americanos” En ausencia de imágenes, los periodistas han estado tratando de hacernos “ver” la desigualdad en las mortalidades de COVID-19 a través de sus escritos. La palabra “color” en el título del artículo es una sustitución de los colores de la piel de los muertos en las imágenes que no vemos.

¿Los negros mueren porque son negros o porque son pobres? Siendo una persona de color, tu esencia dicta tu existencia, te hace pobre  ó Un mayor porcentaje de negros y latinos es de pobres; la pobreza es una causa de muerte.

En las fotografías de los fallecidos, la sofisticación técnica de la foto, la temperatuda de color de la luz, la ambientación, la disposición del sujeto, ya sea que esté solo, en una cama, la ropa de cama, los muebles de la habitación, el peinado del sujeto, la forma de vestir, pueden ofrecer datos sobre la situación económica de una persona fallecida aunque, sí que es cierto que la muerte es el gran igualador. Lo que una fotografía puede hacer con más precisión es identificar rasgos físicos como la edad, la etnia y la raza. Esta evidencia visual, al ver la piel, los cuerpos y los rostros de los que murieron a causa de COVID-19 habría creado un icono de disparidad racial en los EE.UU. No tener imágenes de los muertos hace que la evidencia sea invisible: la muerte por COVID-19 en los EE.UU. es marrón y negra.

Comparación COVID-19 / SIDA

Si comparamos COVID-19 con el SIDA, esta última enfermedad no tenía una clara división racial/clase (aparte de los trabajadores sexuales que normalmente están por debajo del umbral de pobreza). El SIDA se asoció con el estereotipo convencional (heterosexuales) contra el no convencional (hombres gay promiscuos), la pureza contra el placer. La muerte por SIDA era vista como un dilema moral. Lo mismo no es cierto en la era del coronavirus. En esta pandemia, los ricos se retiran a las casas de verano o permanecen en los edificios de los porteros recibiendo entregas. Si se quedan en la ciudad, tienen la opción de no usar el transporte público (asumiendo que lo usaron en tiempos “normales”). Los pobres deben utilizar el metro y los autobuses para llegar a sus puestos de trabajo como cuidadoras a domicilio, conductores del metro, empleados de supermercado y repartidores de paquetes. Mientras que los ricos pueden permitirse vivir durante un período prolongado sin sueldo, los pobres no pueden. Los pobres deben hacer colas en las tiendas de comida y vivir en casas más pequeñas, posiblemente superpobladas y en edificios sin acceso a la vida virtual a través de Internet. Desde las clases de yoga hasta la escuela, las clases en la universidad, las citas con el médico, etc., la vida se vive ahora en una pantalla, y los que no tienen un teléfono inteligente, un ordenador, acceso a Internet o simplemente carecen de espacio o privacidad, no tienen vida.

Los pobres mueren. ¿Por qué? Porque no tienen acceso a la forma en que se vive ahora: en una pantalla. No investigan la pandemia porque no tienen la capacidad de hacerlo y ya no pueden recopilar información a través de la comunidad, ahora aislados, como hacian antes. Es chocante cómo la desigualdad se relaciona con la muerte en la pandemia COVID-19.

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Bajando un cuerpo de un camión aparcadao en la segunda avenida con la calle dos en New York May 28 2020 (The Death Truck-Spy Camera. Un proyecto de Simon Lundy Jana Leo)

El perfil del que tiene más probabilidades de morir no es neutral, pero la imagen de la muerte por coronavirus es neutral por defecto, porque no tenemos ninguna imagen. A diferencia de las trágicas, representaciones de familias o seres queridos visitando al demacrado paciente de SIDA en sus últimos días, no hay imágenes de las visitas en el caso del coronavirus. El proceso de muerte es rápido, y la tendencia al alza en el número de casos también se mueve con una velocidad sorprendente, la muerte llega rápidamente, pero una fotografía puede ser tomada en un instante. Sin embargo, no vemos imágenes del vivir con el coronavirus o del morir por él. La imagen principal de la enfermedad, repetida hasta la saciedad, es la representación del propio virus, un anillo cubierto de protuberancias como patas rojas de calamar. Las fotos de personas sufriendo COVID-19 mostrarían la evidencia de hospitales no preparados para una pandemia y de habitaciones con pacientes muriendo solos. La muerte por el coronavirus es una muerte fea. Un alto porcentaje de los enfermos mortales son ancianos y están en mal estado y los lugares donde mueren son un desastre, todo desorganizado. Si el virus se transmite por el aire, ¿el contagio muere con el aliento? ¿Cuánto tiempo permanece el virus en el cadaver después de la muerte? Un camión refrigerado está estacionado frente a una funeraria en el East Village, en Manhattan cerca del legendario Anthology Film Archives. Este contenedor de cadáveres es visible para todos, pero ignorado y no representado por ninguna imagen que haya visto. No hay funerales presenciales, no hay visitas para los afligidos. No hay espacio para los muertos y ninguno para estas muertes.

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Metiendo un cuerpo en una caja de cartón en una furgoneta en la segunda avenida con la calle dos en New York May 28 2020.
(The Death Truck-Spy Camera. Un proyecto de Simon Lundy Jana Leo)

La muerte por coronavirus es neutral. Un portador puede parecer normal un día y estar muerto al siguiente. No hay signos de enfermedad más allá de la muerte misma. Pero lo que no es neutral es la forma en que se maneja la muerte, sin forma de cuidar a los moribundos y sin espacio para los muertos.

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Metiendo un cuerpo en una caja de cartón en una furgoneta en la segunda avenida con la calle dos en New York Junio 2 2020.
(The Death Truck-Spy Camera. Un proyecto de Simon Lundy Jana Leo)
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Un collage de los muertos en la primera página del New York Times

Después de que la pandemia se instaló seriamente en Nueva York a principios de abril, durante los dos meses siguientes, no hubo más comentarios sobre la falta de prevención o sobre la negligencia del gobierno. Las noticias cubrieron los eventos según iban sucediendo, una tarea desalentadora en sí misma. Los boletines de noticias por barrios y comunidades, muy comnues en Nueva York,  se centraron en dónde encontrar distribución gratuita de alimentos, cómo solicitar subvenciones al aldo de consejos de financiación y junto a programas para elevar el espíritu, incluyendo conciertos en la red, conferencias y clases de baile y más tarde, a medida que las pruebas se hicieron disponibles, dónde hacerse las pruebas.

Estos son recursos importantes en una época de modo de supervivencia, pero también es algo insignificante cuando se ve junto al rápido aumento del contagio y del número de muertes por Coronavirus. Lo atención a lo local y a lo pequeño esta vez ha sido una forma de alejar la atención de lo que está detrás del crecimiento exponencial de la pandemia: un gobierno negligente. Frente a una crisis de esta envergadura, es más fácil abordar los aspectos cotidianos de la supervivencia que las cuestiones más amplias de la causa y el efecto de la crisis. Esta dualidad también es política y una forma de dividir a la gente en dos tipos: consciente o pasiva.

Sólo recientemente, después del 15 de mayo, cuando se preveía la reapertura de Nueva York,que no tuvo lugar, y cuando el número de casos había disminuido y el número de muertos a nivel nacional se acercaba a los 100.000, los estadounidenses tomaron dos direcciones. Una dirección era, “Yo estoy vivo, muchos murieron, pero todos no lo hicimos,  así que juntémonos, salgamos, divirtámonos y volvamos a la vida sin restricciones”. La otra dirección era, “Este es un momento para respirar, y el primer aliento debe ser usado para exigir responsabilidad a los culpables, porque aunque yo estoy vivo, muchos no lo están”.

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Este segundo enfoque es lo que está explícito en: El proyecto detrás de una portada llena de nombres,Una presentación de obituarios y avisos de muerte de los periódicos de todo el país trata de enmarcar una pérdida incalculable por Por John Grippe el 23 de mayo de 2020[1].

El origen de la presentación de la primera página fue explicado en un artículo de Times Insider. “Simone Landon, asistente de edición de la mesa de gráficos, quería representar el número de una manera que transmitiera tanto la inmensidad como la variedad de vidas perdidas… A la Sra. Landon se le ocurrió la idea de recopilar obituarios y avisos de muerte de las víctimas de COVID-19 de periódicos grandes y pequeños de todo el país, y seleccionar pasajes vívidos de ellos”.

Una persona puede ser identificada por LENGUAJE (nombre), IMAGEN (fotografía) y NÚMERO (CIF, DNI o NIE). En un esfuerzo por identificar a la persona como humana más allá de la cantidad (estadísticas), el New York Times enumeró en su portada los nombres, edades y alguna información personal de los americanos que murieron por COVID-19. Un nombre no es un código. No tiene otro significado que el valor emocional para aquellos que conocen a la persona. Una fotografía, incluso cuando se toma con un propósito objetivo como una foto de pasaporte o una licencia de conducir, contiene muchos elementos. Una fotografía no sólo da información estadística: sexo, raza y edad, sino también información personal a través de la expresión facial, la calidad de la piel, el cabello, etc. Uno recibe mucha información de una imagen, no sólo valores sino también emociones (como el nivel de amargura, dolor, incomodidad o desesperación que presencié durante el proceso de dos meses de la muerte de mi padre).

Listar los nombres con un comentario definitorio simplemente mueve los obituarios a la primera página. La noticia es la muerte mostrada como arte.

Simone Landon, asistente de edición de la mesa de gráficos del Times, describió la lista de casi mil nombres de cientos de periódicos impresos en la primera página, como un “rico tapiz… Un equipo de editores de toda la sala de redacción, además de tres estudiantes de periodismo graduados, los leyeron y recogieron frases que describían la singularidad de cada vida perdida:

“Alan Lund, 81 años, Washington, director de orquesta con ‘el oído más asombroso’…

Theresa Elloie, 63 años, Nueva Orleans, famosa por su negocio de fabricación de alfileres y ramilletes…

“Florencio Almazo Morán, 65 años, ciudad de Nueva York, ejército unipersonal…

‘Coby Adolph, 44, Chicago, empresario y aventurero … ‘“[2]

El peligro de la la metáfora de la guerra

La primera página se imprimió el primer día del fin de semana del Memorial Day weekend. El día de los Caídos conmemora a aquellos que perdieron sus vidas en servicio a su país. La palabra “guerra” se ha usado como una metáfora de la pandemia. Esta es una guerra que estamos luchando. Cynthia Enloe, en su texto COVID-19, “Waging War” Against a Virus is NOT What We Need to Be Doing” (23 de marzo de 2020) argumenta, como el título lo hace explícito, que la metáfora de la guerra es la equivocada. “Para movilizar a la sociedad actual para proporcionar una salud pública efectiva, inclusiva, justa y sostenible, necesitamos …. resistir el seductor encanto de la militarización de color de rosa.[3]

Hay otra razón para dejar de usar la metáfora de la guerra para una enfermedad: la muerte se da por sentada, y se lee como el final de la enfermedad, el resultado por defecto. El comentario en el sitio web “War on the rocks”  (como el whisky on the rocks, con hielo) por Mark Hannah el 17 de abril de 2020, “Stop Declaring War on a Virus” dice: “Brett Crozier, el recientemente despedido capitán del USS Theodore Roosevelt, rompió la cadena de mando cuando escribió una carta proponiendo una cuarentena de más de 100 marineros infectados por el virus coronario durante una parada en Guam. Reconoció que inmovilizar un “portaaviones nuclear estadounidense desplegado… puede parecer una medida extraordinaria”, pero razonó: “No estamos en guerra”. Los marineros no necesitan morir.” [4]

La idea de que “no estamos en guerra, y no necesitamos morir”, es una forma de decir que las responsabilidades que el Estado tiene con los individuos no están exentas ante una pandemia. Cuando el gobierno utiliza una metáfora de la guerra por el coronavirus, justifican su mala actuación. ¿Murieron 100.000 personas en combate con el virus? ¿O por los años de negligencia de este gobierno?

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Negligencia del gobierno

La negligencia es una consecuencia de la falta de acción; un fallo por no de hacer algo; el incumplimiento. La negligencia es lo opuesto al activismo, que sí hace; la negligencia no hace ni deshace. En Estados Unidos, la administración Obama creó un libro de jugadas para responder al brote del “coronavirus novedoso”.  Según Ryan Goodman y Danielle Schulkin de justsecurity.org en el artículo “Timeline of the Coronavirus Pandemic and U.S. Response“, “…la línea de tiempo es clara: como las administraciones anteriores, la administración Trump supo durante años que una pandemia de esta gravedad era posible e inminentemente plausible. Varios funcionarios de la administración Trump plantearon serias preocupaciones antes de la aparición de COVID-19 y dieron la voz de alarma una vez que el virus apareció dentro de los Estados Unidos. Si bien se adoptaron algunas medidas para preparar a los Estados Unidos para la pandemia, muchas más se desmantelaron a partir de 2017”.”[5]

El artículo, escrito el 13 de abril de 2020 y editado el 7 de mayo de 2020, resume los hechos. Es una línea de tiempo de los fracasos del gobierno. Entre ellos: detener los ejercicios de preparación para una pandemia y recortar los fondos para ese programa, producción incompleta de un prototipo de la máscara N95 y fracaso en la adquisición de cantidades adecuadas de PPE (equipo de protección personal) y ventiladores, recorte de fondos en la salud pública y en los programas de investigación, incluyendo un estudio sobre la mutación de los virus de animales a humanos, hacer oídos sordos a las advertencias de los expertos, despido de asesores, recorte de presupuestos en salud, descartar las evaluaciones de amenazas, ignorar las advertencias incluidas en un informe mal preparado e ignorar las advertencias una vez que la pandemia fue una realidad.

En los Estados Unidos, país famoso por las disputas en los tribunales en casos de negligencia, no hay respuesta a la negligencia del gobierno central por parte de los que están en el poder. La ausencia de responsabilidad en los niveles superiores del poder justifica la revolución social. 

Comparando las manifestaciones/disturbios generalizados en reacción al asesinato de George Floyd, con la no reacción a la negligencia gubernamental que ayudó a crear una pandemia

Escribo esto en Nueva York, el 30 de mayo de 2020, con los sonidos ensordecedores de los helicópteros sobre la cabeza y los disturbios en las calles de abajo. Los disturbios, en reacción al asesinato de George Floyd, tienen sentido. ¿Pero dónde está la revuelta contra una negligencia que permitió que un virus se convirtiera en una pandemia? ¿Por qué la gente tiene menos problemas para aceptar la negligencia que la culpa directa? La negligencia es sistemática, no algo que ocurre por error. La negligencia es la versión civilizada del genocidio.

La negligencia del gobierno es invisible tanto en la forma en que se actúa como en su efecto: 100.000 estadounidenses muertos sin fotografiar. La gente se está amotinando porque un video de George Floyd siendo asesinado se hizo público.

Un motín necesita una imagen. En su artículo de opinión en el New York Times, “¿Dónde están las fotos de gente muriendo por Covid?”, ”[6] Sarah Elizabeth Lewis afirma, “En tiempos de crisis, las imágenes descarnadas de sacrificio o su consecuencia a menudo han movido a las masas a actuar”. La pieza está ilustrada con imágenes de ataúdes de caja de cartón en la funeraria Gerard J. Neufeld en Flushing, Queens. Los ataúdes están marcados con la palabra “HEAD” (“CABEZA”) en un extremo.

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Filled coffins at the Gerard J. Neufeld funeral home in Flushing, Queens, on April 26.Credit…Bryan R Smith/Reuters

Necesitamos imágenes de los que murieron y así detener la negligencia del gobierno, el abuso sistemático y “el exceso de capitalismo”. Pero no los tenemos. La excusa para no tener imágenes de los muertos o moribundos es la privacidad médica. No hemos visto cómo el virus afecta a la expresión de su huésped o cómo se destruye el tejido corporal. Cuando mi padre murió hace tres años, vi los efectos de la muerte por cáncer. Las piernas de mi padre estaban hinchadas y amarillentas como una piedra de mármol, su cara estaba morada y sus brazos con la piel colgando y tan atrofiados que no podía sostener un vaso de agua. Nunca estuvimos particularmente unidos, pero su declive tuvo un profundo efecto en mí. La diferencia entre ver y no ver es importante. La muerte personalizada de una manera aterradora y visceral me hizo temer la muerte. ¿Imágenes no vistas de los enfermos mortales, harían una impresión igualmente profunda en aquellos de nosotros que lidiamos con este enemigo “invisible”?

Las imágenes de la muerte sirven como advertencia de la muerte. Un hombre en Florida[7] se vistió como una segadora negra con hoz y se fue así a la playa para advertir a la gente de las consecuencias de volver a la “vieja normalidad” en una época de COVID-19. La muerte suele ser un asunto privado, pero en una pandemia, las imágenes de la muerte son una necesidad pública, y deberíamos verlas.

La imagen de la muerte

Las imágenes sí se han usado para recordar a los que murieron por COVID-19. Para su proyecto “We Remember” (“Recordamos”)[8] la CNN afirma que “Más de 100.000 personas en los EE.UU. han muerto a causa de Covid-19. Aquí, 105 familias comparten sus recuerdos favoritos de los que han perdido. Si tienes a alguien a quien te gustaría honrar, envía su historia”. Las citas que acompañan a la familia o los amigos bajo una foto del difunto son conmovedoras y representan una forma válida de honrar a sus seres queridos, pero las imágenes tomadas de la vida no son un sustituto de las imágenes de los muertos y los moribundos. Recordar a un ser querido en su mejor momento, como se nos dice, también puede ser una forma de borrar la realidad de sus muertes.

Cuando tenía 26 años la persona que más quería en el mundo, se ahorcó después de tomar pastillas. Me dejó una nota que llevé a la policía para tener acceso a su última foto. La policía no quiso mostrarme la foto que habían tomado cuando lo encontraron. “No te va a gustar”, dijeron, “deberías recordarlo como era cuando estaba vivo”. “Quiero ver la foto”, insistí, “Y quiero una copia”. El policía no me dio una copia, pero me mostró la foto. Veintiséis años después tengo una foto de vacaciones para recordarme como era, pero la imagen más arraigada en mi cerebro, por su importancia, es la foto policial de él colgado; esa imagen ha cambiado mi forma de ser.

Estas imágenes que vemos rinden homenaje a la vida, pero nuestra demanda de justicia implica que debemos rendir homenaje a la muerte. Las imágenes de homenaje a la vida no representan la realidad del sufrimiento ni la realidad racial o económica de los muertos. Ese no es su propósito. Necesitamos imágenes que muestren la misma cruda realidad que vemos en la muerte de George Floyd. Necesitamos ver el efecto del coronavirus en el cuerpo humano y la verdad de las muertes de los seres humanos.

La imagen del policía arrodillado en el cuello de George Floyd es tan claramente errónea que transforma su impotencia ante muerte en fuerza de confrontación racial. Ser negro, tu esencia, dicta tu existencia; te hace pobre y luego te mueres. Ser negro te hace impotente y luego mueres. Impotente contra la pandemia o la policía. En el video, accesible con comentarios en el artículo online del New York Times, “8 minutes and 46 seconds: How George Floyd was Killed in Police Custody[9]  (8 minutos y 46 segundos: Cómo George Floyd fue asesinado en custodia policial”) ofrece una imagen de la muerte. Se ve al Sr. Floyd suplicando por respirar, se ve el dolor en su rostro, su agonía, sus ojos en blanco, su boca abierta, la sangre y luego su cuerpo inerte, todavía con una rodilla en el cuello. Necesitamos una imagen de COVID-19 que represente las muertes y las pérdidas, para hacernos entender la dimensión de la negligencia.

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El establecimiento del movimiento Black Lives Matter (2013) difiere de la reacción masiva al asesinato de George Floyd. En este último, la gente no proclama un hecho sino que se enfrenta a una amenaza. Si la propagación del coronavirus afecta más a los afroamericanos que a los caucásicos, que los afroamericanos salgan a la calle, en un acto de desobediencia civil, también representa la amenaza de muerte con su presencia. Los afroamericanos y los blancos que protestan en gran número, desestimando el distanciamiento social, están usando sus cuerpos como un arma letal. Si por ser negro tengo más posibilidades de morir, vosotros, que habeis creado la oportunidad de mi mayor tasa de mortalidad, también van a morir. Y esta vez, no moriré solo y sin imágenes de mi muerte. No ha habido imágenes de muertes de negros COVID-19 en las noticias, aunque se ha documentado que los negros mueren al doble que los blancos por la enfermedad. Al salir a las calles en protesta, le doy al mundo una imagen de que estoy vivo, antes de que ustedes, un agente federal o un presidente negligente, me maten y pongan mi cuerpo en una bolsa de plástico o una caja de cartón. Las protestas ofrecen una imagen de vitalidad para contrastar la falta de imágenes de la muerte. 

Las protestas de y para los afroamericanos que están ocurriendo ahora mismo en los Estados Unidos no son sólo protestas de liberación para una raza, sino protestas y un movimiento de liberación de todos los que no tienen poder. Y sin poder, en el estado actual, con el gobierno actual, es como estamos todos.

1 de Junio 2020 1am

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El 1 de junio, unas horas después de que terminara de escribir este ensayo, las protestas frente a la Casa Blanca obligaron al presidente a confinarse con su familia en el búnker del sótano. Durante años, ha mostrado un desprecio por las vidas de otros y ha causado incontables muertes de americanos a través de su “amoralidad por defecto”. Ahora, los manifestantes impusieron su forma de vida, al menos por unas horas. Las cosas no van bien en este país. La pandemia no está bajo control, y beber lejía no detiene el coronavirus. La constante presencia de Trump en los medios para convertir su estupidez en una competencia, ya no es plausible. Él entendió el mensaje. Ahora estamos todos, incluyendo al presidente, en un encierro. ¡Debería dimitir, el país lo está pidiendo!

2 de Junio de 2020

Escrito originalmente en inglés y editado por Keith McDermott

Jana Leo es la autora de Rape New York, Feminist Press 2011. Su arte y filosofía tratan de la creación de mitos que perpetúan la vulnerabilidad. Su análisis de situaciones en tiempo real mira los mecanismos de “hacer pasar una cosa por otra”. Su trabajo está disponible en janaleo.com


[1] https://www.nytimes.com/2020/05/23/reader-center/coronavirus-new-york-times-front-page.html

[2]https://www.nytimes.com/2020/05/23/reader-center/coronavirus-new-york-times-front-page.html

[3] https://www.wilpf.org/covid-19-waging-war-against-a-virus-is-not-what-we-need-to-be-doing/

[4] https://warontherocks.com/2020/04/stop-declaring-war-on-a-virus/

[5] https://www.justsecurity.org/69650/timeline-of-the-coronavirus-pandemic-and-u-s-response/

[6] https://www.nytimes.com/2020/05/01/opinion/coronavirus-photography.html?auth=login-email&login=email

[7] https://www.youtube.com/watch?v=Ivn-0OVulqE

[8] https://www.cnn.com/interactive/2020/health/coronavirus-victims-memories/

[9]https://www.nytimes.com/2020/05/31/us/george-floyd-investigation.html?action=click&block=associated_collection_recirc&impression_id=313834974&index=0&pgtype=Article&region=footer By Evan Hill, Ainara Tiefenthäler, Christiaan Triebert, Drew Jordan, Haley Willis and Robin Stei Published May 31, 2020

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